Entrevista: V.M. Granda (Género Z, terror, distopias…)

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Datos personales…

Victor. M. Granda. Nací en el año del señor de 1969 (un gran año para el Vega Sicilia) en Gijón y en cuanto pude me marché a vivir al siempre verde monte asturiano

Categoría de libros que escribes

Género Z, terror, distopías y en general… cualquiera en la que se pueda encajar un cataclismo global de dos pares de narices.

 

¿Cuándo y cómo comenzaste a escribir?

Empecé a los 16 años, justo dos días después de haberme caído por un barranco mientras hacía montañismo y haberme despertado con un buen chichón, sólo, en medio de la noche, con el lejano aullido de los lobos y sin linterna. En ese instante me dí cuenta de que aquello me encantaba, que seguiría buscando experiencias similares y que debería de plasmarlas en papel para recordarlas (es que con tanto golpe en la cabeza, se me olvidaban). A partir de ahí, siempre que salía (independientemente de que lo hiciera a pié o en avión) llevaba conmigo una libreta, un bolígrafo… y dos linternas.

Más adelante, durante mi época en Melilla, Vélez, Chafarinas, etc, disfruté de una multitud de enriquecedoras experiencias (de las que casi no me acuerdo porque el whisky costaba poco más que el agua) y que aproveché para escribir unos capítulos que nunca llegaron a ver la luz porque los dejé en… no me acuerdo con total precisión, pero tengo el vago recuerdo de que o era África, o algo que estaba bastante cerca. Lo cierto es que esto de escribir no me lo tomé en serio hasta que, durante una conversación con un investigador que trabajaba en la predicción de sismos, irónicamente fuimos interrumpidos por el terremoto de Chile del 2010. Su casa se partió por la mitad, se trasladó con su familia al garaje y la siguiente conversación que tuvimos fue para decirle que salieran cagando leches porque estaba a punto de producirse una gran réplica. La réplica se dió y dos días después me enteré de que el garaje y la casa se habían colapsado y él y su familia, sobrevivido.

Eso y más cosas que vivimos me llevó a escribir mi primera novela “Extinción” a modo de pequeño homenaje, ya que la mayor parte de las conversaciones sobre la supervivencia en la montaña, accidentes y catástrofes son prácticamente literales (de verdad que no entiendo cómo sigo vivo) Fue una pena que de mi grupo solo hayamos sobrevivido dos. Pero claro… las estadísticas estaban ahí.

¿Cómo llegaste a la escritura independiente?

Durante bastante tiempo aproveché mi pasión por la paleoclimatología para escribir varios artículos para webs meteorológicas que me dieron una bien merecida fama de malvado negacionista a sueldo de las petroleras, así que como nadie más se atrevía a compartir folio conmigo pues… ah, ¿que no te referías a ese tipo de independiente? Pues entonces es fácil. Tecleé en Google “publicar un libro” y ya a partir de ahí me tocó probar, caerme, aprender, vuelta a empezar y en ello continúo.

¿Cuánto tardas en escribir un libro?

Alberto, esto te va a gustar. “Extinción” me llevó varios años y unas cuantas fracturas. Alberto, esto ya no te va a gustar. La primera entrega de “Virus Luna”, me llevó un mes y las otras tres entregas entre 15 y 25 días cada una de ellas (estaba muy inspirado). Ahora ya me lo tomó con más calma y suelo emplear unos cuatro o cinco meses en obras de entre 150.000 y 210.000 palabras.

¿Qué es lo más complicado en tu proceso de creación?

Las correcciones. Los primeros capítulos los llevo bien, pero estoy hasta las narices de que el office 365 corrija lo que le dé la gana y mi vista ya no es lo que era, por lo que tengo que releerlas cuatro veces y aún así, siempre que vuelvo a leerlas corrijo y/o cambio algo.

¿Cuál ha sido tu último libro? ¿En qué trabajas ahora?

Infernum, Z”, un libro Z, pero como todos los que escribo, con mi siempre peculiar toque para sacarlo de lo que es habitual en el género. Mi mujer suele decir que soy un poco gafe, y va a ser verdad porque lo escribí antes de que apareciera el Covid-19 y, casualmente, la acción transcurre en la meseta Castellana que es declarada en cuarentena por una gripe, cercada con torretas armadas automáticas para que nadie rompa el confinamiento y a partir de ahí… pues mucho de todo, pero en este caso, además con bastante humor.

Ahora mismo tengo en proceso “Fallo del Sistema” una novela en la que un virus informático ocasiona un colapso energético con lo que la electricidad, las comunicaciones, el dinero electrónico, el conocimiento… todo aquello que necesite de electricidad se esfuma o deja de funcionar y los protagonistas (y el resto del mundo) tienen que arreglárselas como pueden. Esta me va a llevar bastante tiempo porque va a ser muuuy larga (espero que no menos de 400.000 palabras). Además estoy con la segunda entrega de “Infernum Z”, la cual supongo estará finalizada para julio o agosto y una tercera que… todavía no tengo demasiado claro por qué derroteros transcurrirá. Siempre dejo que la trama fluya y me sorprenda.

¿Qué libro te hubiese gustado escribir?

“Qué pasó en los 90” Es que, sinceramente no me acuerdo.

¿Te dedicas por completo a la escritura?

Solamente lo intenté en una ocasión en la que escribí un cartelito que decía:

“Dame argo que es ma triste er de pedir que er de robar”

Como no funcionó demasiado bien, lo de la paleoclimatología estaba de capa caída porque esta se empeña en llevarle la contraria al IPCC, y la crisis del 2009 se llevó por delante todo lo que pilló, sobrevivo entre depuradoras de agua potable, estaciones de tratamiento de aguas residuales, condensadores evaporíticos, plantas desaladoras, redes rurales de abastecimiento. Es un oficio que me gusta porque conlleva mucho estudio previo, siempre es diferente y que además, da para comer, pero sobre todo da para beber… agua, mucha, pero que mucha agua.

¿Has sentido el rechazo de tu público con algún libro?

He sentido ese rechazo del público, pero no el de mi público. Con “Feminarquía 2094” opté por darle la vuelta a “El cuento de la criada”, la saqué un 8M y… lógicamente “me crujieron”. Y es que a pesar de ser una novela que defiende la verdadera igualdad, el título resulta bastante “incómodo” (algo francamente curioso si tenemos en cuenta que esa palabra no existe en nuestro diccionario). Pero vamos, que no aprendí porque tras darle la semana pasada un profundo repasito con la sana intención de suavizarla (en la intención me quedé) la he vuelto a sacar a la venta. Yo es que siempre he sido muy cabezón.


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