Este verano me he movido bastante por buena parte de España (Salamanca, Zaragoza, Girona…), y he podido comenzar algo que espero dé un resultado curioso: Un par de libros viajeros «a ciegas».
Y es que me he encontrado con un par de cabinas de intercambio de libros, y no he podido evitarlo. La primera está en Candelario (Salamanca), donde pasé unos días a comienzos de Agosto. Allí dejé un ejemplar de «Resurrección«, mi primera novela.
En la primera página incluí una nota presentando mi propuesta: El libro debería ser «viajero», proponiendo que, quien lo leyese, lo dejase en otro lugar distinto, indicando la fecha y el lugar en la misma página. Con el tiempo, esa página contaría su propia historia.
Pero tampoco quería esperar mucho tiempo, de manera que también pedía que los lectores me enviasen fotos del libro en las diferentes localizaciones donde se encontrasen, a mi cuenta de Instagram (recuerda, @albertogarciabriz).
Lo que sí que quería era que fuese un libro viajero «a ciegas». No quería conocer, de partida, los nombres de quienes se decidiesen por mi libro, dentro de las opciones que había en esas cabinas. No quería que fuesen contactos directos, ni conocidos.
Por supuesto, siempre hay un riesgo de que nadie tome ese libro de la cabina. O de que alguien lo tome y no lo pase a su vez. En este caso, sería también un éxito para mí, si mi novela ha gustado tanto. Quizá ese lector / lectora eche un ojo al resto de mis novelas y hable (bien) de ellas.
Y también tengo claro que esto es una acción a largo plazo: muchos lectores no se molestarán en escribirme, ni en dejar una nota en el libro. Quizá pasen años hasta que vuelva a saber de él… Pero sería curioso recuperar el libro dentro de un par de años, con media docena de apuntes sobre sitios y fechas. Si eso llega a suceder, te lo contaré aquí mismo.
Por supuesto, con todas esas ilusiones que me hice, el siguiente paso fue el de echar otro libro al maletero, «por si acaso». Esta vez fue un ejemplar de mi segunda novela, «Revolución«, y pude dejarlo en un pequeño armario a la entrada de Pals (Girona), un pueblo medieval muy bien conservado en la Costa Brava.
De nuevo la misma nota, las mismas peticiones. No sé si alguien llegará a leerlo, pero espero que sí. Y, por supuesto, ya tengo el siguiente libro en el maletero del coche, para cuando me encuentre la siguiente cabina de intercambio. ¿Sabes dónde hay más?






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