El futuro pinta muy interesante. De hecho, ya sabrás que me baso en artículos y posts que me voy encontrando para escribir mis novelas de ficción. Muchas de las tecnologías, conceptos e ideas que introduzco en mis libros, tienen un fundamento detrás. No sé si el Futuro (así, con mayúscula) se acabará pareciendo a lo que yo propongo. Pero sí sé que, si vamos con cuidado, puede ser increíble (y ya siento que no podré ver lo que hay dentro de cien años…).
Pero siempre hay cambios inesperados, a veces inoportunos. Algunas tecnologías dejan de desarrollarse, por el mismo concepto de la innovación y la gestión de la misma. Surgen nuevas técnicas, procesos o ideas, que dejan a las anteriores como obsoletas o ineficientes, al menos. Inútiles, en algunos casos.
Y esos cambios, en muchas ocasiones, arrastran a las empresas en un vaivén incesante, que puede ser positivo visto desde fuera, pero que tiene consecuencias dramáticas para quienes lo viven desde dentro. Es lo que pasó, por ejemplo, con las empresas Sinclair y Atari, que desarrollaron algunos modelos de la informática personal hace casi cuatro décadas, y que acabaron cerrando sus negocios.
Pero eso no evitó que, por ejemplo, Atari apareciese como una gran empresa en la película «Blade Runner» de Ridley Scott, estrenada en 1982. En ese momento, Atari parecía tener un futuro indiscutible, y era lógico pensar que llegarían hasta ese futuro de la película – situado en 2019, por cierto. El cartel luminoso de publicidad de Atari en esa película ya ha pasado a la historia del cine como un anacronismo más, un dato curioso para frikis de la ciencia ficción.
Pues bien, estos días me he encontrado con que algunas de mis novelas ya están sufriendo esa maldición. En «Resurrección«, hablo de sistemas de carga inalámbrica para coches, algo que, en 2016 (cuando yo trabajaba realmente en eso), todavía parecía sacado de un futuro lejano. Hoy (final de 2020), sólo unos pocos coches ofrecen esta tecnología como un «extra» caro, aunque se espera que algunas marcas lo incluyan, casi de serie, en unos pocos años, con la imposición del vehículo eléctrico por parte de los diferentes gobiernos. Pero, en el camino, la empresa Qualcomm Halo, que citaba en el libro, cerró su negocio, y vendió su tecnología a su principal competidor, WiTricity. Así que he tenido que reescribir una nota al pie, en la traducción al inglés de esa novela.
Por su parte, en mi segunda novela, «Revolución» (donde hago una reflexión sobre los límites en investigación con ciborgs), hablo de empresas pioneras en su campo, como la estadounidense Boston Robotics, responsable de los desarrollos más espectaculares (mostrados en público…) en mecanismos y movimiento robótico. Pues bien, al parecer la empresa coreana Hyundai está negociando la compra de Boston Robotics, por lo que mis futuros lectores se perderán la referencia a una empresa que, potencialmente, no existirá dentro de unos meses.
En cualquier caso, creo que la historia y la trama de mis diferentes libros siguen siendo válidas, de manera que no voy a reescribirlas. Pero el resultado será que incluirán estos pequeños fallos (que no lo fueron al escribirlas), que iré atesorando como anécdotas para contar a mis nietos… Y las tecnologías que propongo en mis libros se siguen desarrollando, así que es probable que vean la luz algún día, aunque no sea de la mano de quienes las inventaron. Como digo, el futuro pinta muy interesante… ¿Qué te parece?