Punto de inflexión

Literalmente, me crucé con los programas de maquetación en el siglo pasado. Alrededor de 1995 tuve la oportunidad de manejar un par de programas que eran lo último en ese área.

Aldus Pagemaker (que pasaría a ser Adobe Pagemaker y acabaría siendo absorbido por la «suite» CS como InDesign) era muy intuitivo, y permitía un diseño rápido y visualmente atractivo. Por el otro lado, QuarkXpress era una herramienta orientada al mundo profesional, con muchas más opciones de ajuste.

En aquel momento, mientras estudiaba la carrera, colaboré en la preparación de diferentes revistas y publicaciones universitarias, desde las dedicadas al humor y la crítica hasta el «catálogo» de la feria de empleo local. Aprendí mucho del mundo editorial, con contactos con imprentas «de verdad», de esas que trabajaban con fotolitos y archivos en EPS (¡!).

Sea como sea, muy pronto hará treinta años (¡¡!!) desde que manejo estas herramientas, siempre como aficionado. Nunca he tenido un trabajo «de verdad» en el que utilizarlas.

Sin embargo, si me sigues en esta web sabrás que los estoy utilizando en mis proyectos personales desde hace más de diez años. Concretamente, ahora trabajo con Scribus, que es una aplicación de software abierto (open source) con funciones muy similares a las de los programas de arriba, de pago.

En 2015, llegué al punto de publicar un manual sobre esa aplicación, que ha tenido una revisión en mi «Nuevo Manual Básico de Scribus«, a final de 2022. Curiosamente, este libro se está vendiendo bien, a pesar de estar orientado a un «nicho» muy concreto.

Pues bien, un paso más allá, desde 2018 estoy colaborando con otros autores, ayudándoles a dar forma a sus publicaciones. Con algunos de ellos, trabajo con Scribus aunque, sobre todo, realizo trabajos de formato con Word y de diseño de portadas con Inkscape. Esas colaboraciones esporádicas, puntuales, me permiten mantener, por ejemplo, esta web de pago. No puedo vivir de esto, y ni siquiera todos mis ingresos mensuales desde el lado de la edición me permitirían pagar una cuota regular de autónomo.

Pero hoy he descubierto que mis ingresos desde el lado de mis «servicios editoriales» están a la misma altura que los ingresos por ventas de libros, que recibo en forma de pagos por derechos de publicación desde varias plataformas online. Mi lado negativo, ese «impostor», me indica que, simplemente, mis ventas por libros son ridículas. Pero hay otro lado, el emprendedor que llevo dentro me dice que quizá estoy perdiendo una oportunidad de negocio.

Quizá si mis actividades de servicio y ayuda fuesen más visibles, podría tener unos ingresos periódicos razonables, hasta el punto de poder dejar mi trabajo actual. Bueno, para eso faltaría mucho, todavía. O quizá podría dedicarme a dar asesoría a otros autores (coaching, sea lo que sea eso. No tengo claro si es un sofá, un autobús de línea o un entrenador).

Supongo que mi miedo es el de reducir el (ya reducido…) tiempo que puedo dedicar a mis libros, en favor de los libros de otros. Si estuvieses en mi lugar, ¿Tú qué harías?

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