Lejos de mi «máquina»

EscritorioHoy no he venido a hablarte de cómo nos están yendo los «nuevos locos años 20«. Creo que todos estamos deseando ya que se acabe la década, y solo ha comenzado…

La pandemia y el maldito bicho han cambiado algunas de nuestras costumbres, tanto sociales como profesionales. En mi caso, he dejado de viajar, y teletrabajo casi al 100%. Pero la ventaja de la tecnología actual es que me permite trabajar desde cualquier sitio donde tenga una conexión WiFi estable, o bien utilizando el roaming de mi teléfono móvil. Hoy, puedo trabajar «casi» desde donde quiera.

Y eso le ha venido bien a mi familia: estamos visitando a familiares y amigos, a los que tanto hemos echado de menos los últimos dos años, y hemos salido de nuestro lugar de confinamiento (siempre con precaución…). Mientras yo trabajo en una mesa, con un escenario cambiante, mi familia hace excursiones, va a la playa… Pero todo esto ha tenido un pequeño inconveniente: No he podido llevarme mi ordenador (un viejo iMac) a todas partes.

Como sabrás, realizo mis labores de diseño gráfico y maquetación en un iMac de 2012. La compañía de la manzana ya ni siquiera me permite actualizar el sistema operativo, porque mi Hardware se ha quedado oficialmente obsoleto. Sin embargo, el cambio del disco duro a una SSD hace un año me permitió alargarle su vida útil, y dispongo de algunas aplicaciones que ya NO están dentro de las que incluyen las actualizaciones de Apple. Así que intento cuidarlo todo lo posible, para que dure mucho tiempo más. Trabajando casi exclusivamente con Software OpenSource (salvo por el uso de Word), he conseguido publicar unos treinta libros (en ebook y/o papel), y he ayudado a otros autores a hacer otros tantos.

Pero, a pesar de tener la pantalla «pequeña» (solo 21.5 pulgadas), ese iMac pesa demasiado como para transportarlo a todos los sitios a los que voy. Así que se queda en casa, ahora apagado para evitar el impacto de las nuevas tarifas de la luz. Solo cuando paso por allí, brevemente, lo enciendo para hacer alguna tarea «urgente». Otras tareas, más sencillas (como publicar este post), las hago con el portátil de mi mujer, o incluso el de mi hija.

Aun así, ciertas actividades (como el rediseño de las portadas de mis novelas de ficción, del que te informé hace unos días, y un par de colaboraciones externas) se han quedado en el aire, y creo que no las podré retomar en serio hasta septiembre. Por lo menos, estoy aprovechando el salir de mi entorno habitual para generar nuevas ideas y «recargar las pilas», y espero estar muy activo en otoño – si mi trabajo «de verdad» me lo permite.

En cualquier caso, el año va «bien» comercialmente. Estoy vendiendo libros a un ritmo algo mayor de lo que esperaba, y en nuevos mercados. Aunque no es para tirar cohetes: El cambio a un nuevo ordenador (estoy esperando que Apple anuncie un nuevo «todo en uno» de pantalla grande y a un precio correcto, así que pueden ser un par de años aún) deberá esperar. El iMac con M1 actual no acaba de convencerme, y tengo miedo de que la última generación con micros de Intel se quede obsoleta muy pronto… La pregunta es, ¿Cuánto tiempo podré «estirar» el uso de mi vieja máquina?

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